Hablemos de privacidad 2.0

¡Aúpa Athletic! Gritaba Sara C. antes de levantar la camiseta que tenía puesta para enseñar su pecho. El vídeo privado de la entonces menor de edad se extendió rápidamente por el largo y ancho de Internet, tras ser difundido sin su consentimiento por el productor pornográfico Ignacio Allende ‘Torbe’. El autor de este abuso ya pasó seis meses de prisión preventiva, y ahora está siendo investigado por presuntos delitos como pornografía de menores, trata de seres humanos o extorsión.

Al mismo tiempo que se avanza el proceso judicial, las imágenes online de la víctima con el seno descubierto siguen siendo fácilmente accesibles para cualquier internauta, a saber con qué propósito.

Hace dos años escribí sobre un caso de Porno de Venganza. Una práctica que consiste en la difusión ilícita de vídeos o imágenes íntimas de una ex-pareja sin su permiso, por la frustración de una ruptura. Lamentablemente, no es la primera vez ni tampoco será la última vez que supiéramos más casos parecidos.

Creo que en esta sociedad somos suficientemente consientes de los riesgos que se supone una difusión no deseada. Pero no los tomamos tan seriamente hasta que nuestra propia privacidad esté en peligro. La «chica Torbe» probablemente está siendo recordada como otra tonta más de la periferia urbana, y pronto nos olvidaremos de ella. Los humanos somos ignorantes por nuestra naturaleza, pero la memoria mecánica al cambio, es persistente.

15820411_1174184632700814_1849803378_n_meitu_1Después de navidad, recibí en Facebook una nota de una chica brasileña que desconozco pidiendo mi permiso para que usase mis datos personales. Resulta que ella estaba registrándose para un servicio de Streaming en China, que requiere por ley un documento de identidad de mi país. Obviamente es un documento que ella no disponible. Al rastrear en Google, encontró una publicación mía cuando tenía 18 años. Estaba tan contento por mi mayoría de edad que subí una fotografía que se exponía íntegramente mi documentación, tan inocente.

Me quedé completamente acojonado. Es la única palabra que se me ocurre con perdón para describir lo que sentí al enterarme de este hecho. Es inquietante que una persona que apenas conozco desde en el otro lado del charco, ha conseguido con sólo un par de clics en el buscador, la información completa de un documento tan personal como es la Tarjeta de Identidad.

Borré inmediatamente la imagen que estaba publicada, pero sospecho que la huella que se había dejado en todos estos años será difícil de eliminar. Respondí a la menina dándole las gracias por avisar sobre el hecho, en este caso le consentí el uso exclusivamente solicitado de mis datos.

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Decía el sociólogo Manuel Castells que el Internet ya se ha convertido en el tejido social del presente. Como muchos ciberciudadanos de esta generación X, consulto Facebook varias veces al día para estar al día con los amigos y siempre estoy pendiente de los Youtubers que sigo. También uso Linkedin para expandir mi red profesional. Se puede decir que por culpa de Internet hay un yo que siempre está conectado en el mundo virtual, aunque el yo biológico esté consultando mi almohada, desconectado en el mundo real.

Es cierto que las redes están facilitado notablemente las comunicaciones de nuestro día y día. Pero la peligrosa concentración de nuestros datos personales en mano de unas pocas corporaciones amenaza a nuestra tranquilidad. Sin ir más lejos, la App todo-terreno WeChat me permite contactar con mi familia a casi 10 mil kilómetros de distancia. El gigante tecnológico chino Tencent que desarrolló esta popular aplicación, aprovechó el vacío que causó la censura de servicios extranjeros como Facebook para hacerse con el pastel, colabora con el régimen autoritario en el país facilitándole el acceso de datos personales de todos los usuarios. La dictadura 2.0 es otro tema que ya trataré más por delante.

A quién le pertenece Internet?

The quick answer is that “the Internet” is not a thing, it’s collection of things. “The Internet” probably has around a billion bits and pieces, 5 billion if you add in mobile devices with net access.

So asking “who owns the Internet” is like asking “which cells own your body”.

El otro problema que está en el fondo, es que nadie somos el dueño absoluto de Internet. Una vez compartido algo con la red, el contenido entra en el ámbito público y dejamos de poder controlar su destino. La Internet por definición, es la red descentralizado dónde todos se conectan y se comunican. Quizás puedo borrar datos en mi disco duro o en unos servidores con cierta facilidad, pero cómo puedo eliminar mi información almacenada en los demás servidores si ni siquiera sabía de su existencia?

Por suerte, la batalla no está totalmente perdida. En 2010, un ciudadano español demandó a Google por indexar información relacionado con él, hecho que viola a su privacidad. A raíz de esta demanda, la Comisión Europea reguló urgentemente el llamado «derecho al olvido» en materia de protección de datos. Esto consiste en que los ciudadanos tienen el derecho de pedir a los motores de búsqueda que eliminen los enlaces con información personal sobre ellos cuando esta sea inadecuada, inexacta, irrelevante o excesiva en relación con los propósitos de los buscadores. Sin embargo, según mi amiga Estela de La Cruz que es experta en derecho comunitario, dicho derecho no es absoluto, y deberá ser ponderado con otros derechos fundamentales como la libertad de prensa y la libertad de expresión.

Los ciudadanos tienen el derecho de pedir a los motores de búsqueda que eliminen los enlaces con información personal sobre ellos cuando esta sea inadecuada, inexacta, irrelevante o excesiva en relación con los propósitos de los buscadores.

Si en la antigua Grecia había distinciones claras entre la esfera publica y la privada, las nuevas tecnologías de comunicación han roto todas estas barreteas en la sociedad que vivimos ahora. Para John Thompson, «la privacidad es la capacidad de controlar las revelaciones sobre uno mismo, y de controlar cómo y hasta qué punto éstas pueden comunicarse a los demás» Según éste profesor en la Universidad de Cambridge, existe ahora en nuestra sociedad un nuevo campo de batalla, donde «los individuos y las organizaciones sostienen un nuevo tipo de guerra por la información, y usan todos los medios que tengan a su disposición para obtenerla sobre los demás y controlarla sobre sí mismos» Bienvenidos a la era de información.

Más información:

De qué hablamos cuando hablamos de privacidad por Marilín Gonzalo

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